octubre 09, 2012

Odorograma (Parte 1)

Por Abraham Ramírez



     Puede que no, puede que sí, ya se verá ¿o debiera decir se olerá?. 

     Hace unos meses aprendí a desarrollar aplicaciones para android; ese sistema operativo que se pone cada día más en uso y que tiene código abierto y gratuito.  Me tomé un cursito 'online' y en unos días ya estaba programando mis caprichitos personales.   Probaba todo en mi tablet y en los smartphones de mis amigos, y poco a poco fui subiendo algunas aplicaciones a la tienda, las mejores solamente.  Me gané unos cuantos pesos en esta empresa.  Hay en mi lista, una app para tomar el pulso, una para medir la intensidad del viento, otra para grabar tus trayectos por el mundo y otras para más cosas un tanto inútiles pero divertidas.


     Por las mañanas, salgo en mi bici, de mi casa al trabajo, y por la tarde regreso, rompiendo el viento frío,  de nuevo sobre mis dos ruedas.  Es increíble la variedad de olores que nutren el trayecto.  A eso de las 6:30 paso por una panadería, y a las 6:37 (aproximadamente) por otra, ambas huelen delicioso, pero es obvio, para un olfato mimado y exigente como el mío, que la calidad de la masa es diferente.  Esa diferencia suele radicar en la mantequilla que se utiliza y en el tipo de horno en el que se cuece el pan.  En mañanas mojadas, no huele igual el pavimento húmedo de las calles que las banquetas de los parques, ni huele igual la ciudad en los barrios más antiguos que en los más modernos.  Me gusta el olor de las carpinterías y el de las tiendas bien surtidas; de las gasolineras, de la casa de mi vecina cuando ella está preparando el desayuno de sus niños que se van a la primaria y de la vaporera de los tamales de la señora de la esquina.  Toda esa gama interminable de aromas me dio una idea: Crear una aplicación que guardara aromas.

     Claro que era una idea genial, si hay modo de almacenar cosas para dar gusto a todos los sentidos, ¿por qué no para el olfato? El verdadero problema era el 'cómo'.  Estuve haciendo análisis, pruebas, investigaciones, sobre cómo podría, mecánica, química o electrónicamente; retener los olores en un dispositivo inteligente.  Todo era en vano.  No había cómo.  Lo que sí encontré fue un montón de gente loca como yo, intentando lo mismo.  Debía ganar esa carrera.


     Mi primo Poncho, ingeniero en electrónica, me convenció de que era posible, con una llamada telefónica de dos minutos.  Así que sin más pretextos puse manos a la obra y cerebro a proyectar.  No voy a especificar cómo, sólo diré, que después de dos meses de trabajo, por fin lo conseguí.  Con una adaptación especial para mi tablet y el desarrollo del software indicado, pude 'capturar y reproducir olores'.  Ahora, el chiste ya no es sólo que lo conseguí, sino lo que sucedió después.