Por Abraham Ramírez
Cariño, debes saber que la única forma que encontré para hablar contigo, para tener una charla, o algo similar; fue esta. Sé que no es la mejor, que tal vez no debiera ser así, pero te repito, después de revisar todas mis opciones, esta fue la que me pareció con alguna posibilidad de ser entendida, o por lo menos atendida. Tiene mucho que me siento un poco abatido, no sé, de ver los años pasar y las oportunidades caídas, quedadas; de no tener plenitud en mis decisiones o siquiera de mis sentimientos y anhelos. Mis manos están vacías. Me perdí en algún lugar y lo peor es que por lo mismo te he dejado vacía de mí también. Te ruego que perdones por todo, por mi falta de inteligencia, de percepción; por mi torpeza para cuidarte... Perdóname...
Hay días en que me detengo a respirar y te reconozco en todo, en los rincones vacíos, en el olor de mi ropa, en la sensación de renovación después de la ducha... es terrible; recordarte no, eso nunca será terrible, porque has sido 'la vida' para mí; lo que es desesperante es que después de la memoria lo único que queda es la realidad palpable de tu ausencia. Es cierto que te extraño. Ya sé que te reirás cuando me leas. Yo sé que no soy responsable de todos nuestros males, pero aunque fuera mi culpa sólo uno de ellos, hoy me siento más arrepentido que nunca. Me gustaría regresar unos cuantos años y decidir todo diferente, con la simple idea en mente de no hacerte daño jamás. ¿Cómo es posible amar tanto a una mujer y al mismo tiempo hacerle tanto mal?
No sabes cuántas veces he soñado con esto:
Tú llamas a la puerta, yo abro y te descubro ahí con tus maletas, te abrazo, te pido perdón de nuevo, te abrazo más fuerte y te beso muchas veces, te cuido como se debe y no vuelvo a dejarte ir. Lo sé, lo sé; eso no pasará. No ha sido nunca parte de nuestra dinámica de todos estos años el que tú tomes la iniciativa para resolver nuestros conflictos, sin embargo si lo hicieras te recibiría y ya, no te daría nada parecido al cúmulo de obstáculos que pones tú cuando soy yo el que se derrumba, despojado del orgullo, ante tu puerta.
Lo que es verdad irrefutable es que, a pesar del mundo desmoronado, la vida continúa, con o sin nosotros. Hasta las lágrimas dejarán de rodar cuesta abajo algún día y los sentimientos descompuestos dejarán de molestarnos tanto el alma. En fin preciosa; lo que quería dejarte claro es que, con todo, te amo; aunque ya me esté acostumbrando a no esperarte y a que no me esperes.