junio 20, 2013

Paisaje semi-urbano

Por Abraham Ramírez



     Como de costumbre, llegó a casa de Paula, mojado y con una sed bárbara.  Llevaba meses con una ligera contractura en el muslo derecho, pero eso no impidió, que como todos los martes, viajara media hora de su pueblo hasta la ciudad y otros quince minutos hasta su destino definitivo; en bicicleta.  Ella, le abría la puerta sin demostrar mucha efusividad, le servía una taza de café y se sentaban a charlar.  Los temas iban y venían sin discriminación, pero había una línea bien definida entre todos ellos: la música.  Se habían conocido en las clases de guitarra popular en la secundaria, pero de eso ya habían pasado varios años, tal vez por eso a ella le costaba mucho trabajo mantener el interés.

     A pesar de las constantes e ininterrumpidas visitas, cada día se hacía más obvio el malestar que causaban los martes para Paula.  Si no malestar, por lo menos pereza.  Beni (apelativo derivado de su nombre real: Benito), comenzó a darse cuenta un poco después... tal vez demasiado después.  Sus tiempos en los viajes se incrementaron.  Le costaba viajar con el peso en la razón discrepante gritándole que no debía ir, que mejor regresara, que no era buena idea dirigirse a donde no se le esperaba ya.  Sin embargo, los latidos de su corazón descabezado terminaban por impulsarlo hasta la puerta blanca, casi totalmente despintada, una y otra vez.

     Una tarde anaranjada que la lluvia había cesado temprano y la ropa humilde de Beni no estaba muy mojada, fue la primera en que, por fin, Paula mordió su espíritu.  La señora Lala salió y con gesto un tanto hipócrita, le informó que 'su niña' no estaba, le dio las buenas noches y sin siquiera ofrecerle un vaso de agua, cerró la puerta.  La escena se repitió varias semanas, aunque con actores de reparto variados: a veces Don Gerardo, en otras Laura, la hermana mayor, Alelí la hermana menor o alguna visita de la familia.  Beni estaba  un tanto abatido, pero siguió yendo, como los últimos seis años, cada martes.

     El martes 14 de agosto del año 2012,  Beni salió de su casa con una ligera llovizna como compañía.  Había decidido llevar la guitarra para hacer un último intento: una serenata vespertina.  Como no tenía estuche, su instrumento viajaba amarrado a su espalda, con un cinturón viejo de su abuelo.

-A las 6:57 p.m. Beni cruzó la vereda de San Sebastián para cortar camino y no bajar los 820 mts. de las curvas de San Fermín en la carretera federal.
-A las 7:03 p.m. recuperaba la ruta previamente abandonada y prendía el pedacito de 10 cm de la serie de navidad que había adaptado para servirle de luces de emergencia.
-7:24 p.m. Beni hacía un descenso de montaña de 456 mts. para entrar a la colonia Renacimiento.  De ahí eran sólo 10 minutos para recorrer veintidós cuadras hasta su destino.
-7:53 p.m. Beni estacionaba su bicicleta, desenfundaba su espada, es decir, su guitarra; y comenzaba, con rasgueos inseguros, una canción sobre los ojos de Paula: 'tus ojos son la cumbre de mis sueños, el aire que respiro, el cielo en que me muevo'
-7:55 p.m. Don Gerardo detenía las notas húmedas de Beni y le pedía, con voz de trueno, que no regresara más.
-8:03 p.m. Beni lloraba inconsolable en una banca de metal junto al quiosco de la colonia.
-8:07 p.m. Paula y Aldo, su nuevo novio, se besaban detrás de un árbol, casi en frente de la banquita fría de Beni.  Él los vio.
-8:09 p.m. Beni se secaba las lágrimas.  Sujetaba a su abuelo con la guitarra del cinturón... no, el cinturón con la guitarra de su abuelo... no... no sabía lo que hacía.
-8:12 p.m. El camino de regreso iniciaba.
-9:37 p.m. Beni llegaba por fin a su casa.  Se quitaba la ropa mojada.  Se daba un baño a jicarazos con agua entibiada en el anafre.  Su mamá lo regañaba por llegar tarde, como todos los martes.
-9:55 p.m. Beni se acostaba en su pequeña cama vieja.  Paula se despedía de Aldo en la puerta 'casi blanca' de su casa.
-10:30 p.m. Paula seguía despidiéndose de su amor, pero prometía seguir la charla, en facebook, más tarde.
-11:57 p.m. A Beni lo vencía el sueño.


     El miércoles 15 de agosto, por la mañana, Beni salió de su casa para ir a la universidad.  Eran 40 minutos en dirección opuesta a Renacimiento.  En el camino, su bici rechinaba como si se quejara de un dolor profundo, pero Beni, con conciencia plena, se prometía no volver a desperdiciar su tiempo y energías en relaciones unilaterales sin futuro.

     El viernes 23 de agosto, del mismo año, Beni conoció a Elsa, ella vivía en San Jacinto, desde la universidad a 1:45 hrs en bicicleta... a paso veloz.  Beni se ofreció a llevarla.  Ella dijo que no. Beni insistió, ella se negó de nuevo.  Beni volvió a insistir, casi suplicante. Por fin ella dijo que sí y todo comenzó de nuevo.