marzo 13, 2014

Canciones íntimas - Mademoiselle

Por Abraham Ramírez





Las nubes brillaban como esparcidas cuidadosamente, con una brocha enorme, por el creador; muy altas en el cielo que aún se vestía de azul muy firme.  El viento parecía soplar en todas direcciones, cambiando de manera casi rítmica de norte a sur, de oriente a poniente.  Ese remolineo constante de aire tibio, hacía de esa tarde, un espacio dinámico que se disfrutaba mejor bajo techo, desde una silla del café 'París'.

  
     Sentado al lado de una de sus pequeñas ventanas de madera, adornada con floreros de geranios rosas y naranjas, leía un librito de una autora cubana, que cuenta la historia de una mujer atormentada que se presume escritora sin serlo, al menos hasta el capítulo diecinueve.  Me bebía un expresso mientras veía como se mecían los tres laureles de la calle, y las nubes, sin embargo; parecían estar demasiado arriba para ser tocadas por esos giros bailarines.  La música ambiental del lugar, en ese momento, presumía canciones hermosas de Édith Piaf.  En la mesa de enfrente, una viejecita de aspecto elegante y el cabello teñido de color chocolate tarareaba 'la vie en rose', con tanta soltura y entrega, que me hacía recordar a la intérprete original, sólo que con una cara mucho más amable y feliz.  Yo no lo había notado, por estar concentrado en el libro y en mi estudio del viento; pero mi mesera de turno, me hizo saber que esa era la cuarta canción que era cantada al unísono con Piaf, por aquella hermosa anciana.  Cerré el libro y observé.  La mujer cantó otro par de canciones.  Ahora, curioso, me di cuenta de que no era un tarareo, sino la letra exacta, en francés.  Cuando la sección de Piaf terminó, y se escuchó una canción un poco más moderna en los pequeños altavoces del local; la bella 'Mademoiselle', como decidí llamarla, pidió la cuenta, pagó y se marchó con la obvia debilidad de alguien que pasa de los ochenta, pero con la elegancia de la juventud pasada.  Desde mi ventana la vi alejarse, más rápido de lo que esperaba.  Caro, la mesera (de la que podría hablarte después) me contó que como aquel día, los martes a las 5:00 p.m. era la hora de Edith Piaf en el café 'París';  y que desde hacía un par de meses, 'Mademoiselle' tomaba un café au lait y cantaba hasta las 6:00 p.m.

     Fue inevitable regresar al lugar al siguiente martes.  Lloviznaba.  El cielo estaba teñido de blanco triste.  A las 4:57 p.m. 'Mademoiselle' hizo sonar la campanita de la puerta y entró.  Esta vez yo estaba sentado en su mesa, con la más descarada intención de provocar un encuentro, uno breve al menos.  Su cara fue de asombro al verme ahí, al principio; después con total amabilidad me pidió sentarse en 'mi mesa'.  Me levanté y con gentileza le acomodé la silla estacionada frente a la mía.  Le sonreí y me sonrió.  Vino Carolina y le tomó la orden: un café au lait, corazón,  s'il vous plaît.  Yo ordené lo mismo.  'Mademoiselle' sonrió con ternura y emoción cuando el piano dulce y ese acordeón maravilloso de 'la foule' rompieron el silencio del lugar.  Me asombré al descubrir que yo conocí esa canción por la adaptación bárbara de Margarita, la diosa de la cumbia.  Me gustó más esta recién descubierta versión.  El arreglo y la orquestación eran geniales.  'Mademoiselle' cantó la canción completa, con todo y esas 'grrrr' arrastradas que a mí me divierten, pero al mismo tiempo me encantan.  Cuando la canción terminó, con ese acorde majestuoso y brillante; intenté comenzar un diálogo con 'Mademoiselle'; pero Caro trajo el café y mi compañera de mesa dio las gracias y comenzó a cantar 'Mon dieu' sin ninguna contemplación.  Me di cuenta de que ella iba a cantar con Piaf, sin importarle quien estuviera o no, ahí.  Me dejé maravillar por su excelente pronunciación y por su exacta entonación, aún mientras bebía el líquido quemante.  Inteligentemente, yo no llevé libro esa tarde.  Me acompañaron, mi tabla de dibujo y mis lápices.  Comencé a trazar a 'Mademoiselle' en una hoja blanca, mientras ella cantaba 'Les feuilles mortes'.  Yo conocí esa canción en un disco de vinil de mi papá, tocada magistralmente por Roger Williams y su piano mágico.  Cuando dieron las 6:00 p.m.  'Mademoiselle'  me dio una sonrisa y me dijo: Monsieur, bon après-midi.  Se levantó de la silla y tomó su paraguas.  Yo me atreví a pedirle que me dejara acompañarla.  Me dijo que sí.  Me tomó del brazo y de la mano y me entregó el paraguas para que nos cubriéramos de las pequeñas gotas juntos.

     'Mademoiselle' nació en Puebla el 27 de marzo de 1927, unos minutos antes que su hermana.  Su padre fue nombrado embajador en 1931  y llevó a su familia a vivir a París.  Papá, mamá y dos hijas mellizas,  Carmina y Graciela.  En el año 1936, Don Andrés Rodríguez de Luján murió en París debido a una bronquitis muy severa.  Su viuda, la señora Luz Bernal; se quedó a vivir en la ciudad y se casó con un fracés en el año 1940.  Jean Paul Mercier fue un buen padre para las niñas.  Carmina, alias 'Mademoiselle', se quedó a vivir en un departamento de París, cuando su padrastro falleció en un accidente automovilístico y su madre y hermana decidieron regresar a México en 1957. Cuenta que estuvo presente en el último recital que Edith Piaf diera en París, antes de su muerte en 1963.  Lloró amargamente cuando supo la noticia.  Luz Bernal murió en Puebla en 1964, pero Carmina no pudo viajar a México, por falta de francos.  Nunca se casó, porque su único amor se suicidó arrojándose en las vías del tren.  A pesar de conocer el móvil de la muerte ella le fue fiel y no dejó de amarlo nunca.  Trabajó en un café todos los años fuertes de su vida parisina.  Se jubiló en 1987 y vivió con una humilde pensión y en el mismo departamento hasta que decidió regresar a México por la noticia del deterioro grave en la salud de su hermana Graciela el año pasado.

     Los hijos de Graciela decidieron internar a 'Mademoiselle' en un asilo para ancianos a principios de 2013.  Yo seguí visitándola con la mayor frecuencia posible.  Disfruté de sus hermosas historias y de las más dulces charlas,  hasta que a principios de marzo, a unos días de cumplir los ochenta y seis, Carmina Rodríguez Bernal, murió sola, en un sillón de su habitación, una tarde de llovizna con un cielo color blanco triste.   Puedo asegurar que cantaba algo de Piaf.

 Canta 'Mademoiselle', canta y sonríe.





marzo 12, 2014

Vacío.

Por Abraham Ramírez



Me parece tan lejano el día de encuentro
tú y el  mundo, tú y el cielo descubierto y bello
los colores y perfumes de la tarde tibia
los sonidos y las frases del ayer eterno
¿cuándo fue que te volviste fría?
¿antes o después de que dejara en ti la vida entera;
esa vida que hoy desprecias tanto, tanto,
que ignoras y mancillas sin ninguna pena?

Pude sólo darte la costilla para que vivieras
pero no bastaba algo tan simple para tu existencia
por ello te entregué cabeza y corazón, brazos y piernas;
y me pides más por parecerte poco lo que con amor perfecto te obsequié.
Pero ¿sabes mi amor? no me arrepiento
porque al darte todo me quedé vacío,
y donde había latidos hoy se escucha el eco
sonoro y perpetuo del amor de ayer.