octubre 25, 2011

A la mujer amorosa

Por Abraham Ramírez


En memoria de mi tía 'Pipis' Guadalupe Ramírez Mújica


Las blancas alas de tus hombros duelen
ya llevas en silencio tantos años
que tu piel reclama el persistente daño
de la oscura noche que hace tanto llueve

Tú jamás supiste decir 'no' sincero
te entregaste entera por tu vocación
ser la madre, amiga; la imponente Hera
todos tus pequeños, sin hacer distingo, tienen protección

Reposa, linda, incansable rosa
verso, luna, escudo y mariposa
que tus noches sean cubiertas de la paz de Cristo
de su luz, sus manos y ese amor bendito
que en tus tiernos ojos pude acariciar.


















Sesión...

 Por Abraham Ramírez

    Ajusté el tiempo y el compás.  Inserté el primer plugin de instrumento, un piano acústico, para empezar.  Toqué un la, seguido por sol, mi y re. Luego, el primer acorde, Am 7, traté de sentirme inspirado, pero no, no lo estaba.  Me convencí de que no siempre se puede trabajar bajo ese concepto, que podría intentar nuevas rutinas, nuevas formas.  Tal vez si primero escribía un título, una frase... Nada surgió.  Me levanté de mi rechinante silla del estudio.  Me mojé la cara frente al espejo, escudriñándome los ojos como si pudiera ver por ahí algún objeto errático bloqueando mi cerebro e impidiéndome avanzar en el proceso creativo.

     Mientras daba los catorce pasos necesarios para regresar a mi asiento, el teléfono, impertinente siempre, rompió el silencio de la casa.  Me desvié hacia la recámara, donde estaba el aparato más cercano, levanté la bocina y contesté levemente molesto (porque el teléfono me molesta); -¡Bueno! La voz que escuché, me puso muy contento.  Eras tú, con tu alegría tan contagiosa.  Eras tú, con esa paz que se desborda siempre de tus palabras, como si no cupiera en ti y tuviera que repartirse a tus escuchas generosamente. Eras tú, inédita y ansiosa de saberme.  Dijiste sólo esto: 'Sólo marqué para decirte que acabo de escucharte, en esa canción tuya tan bonita, 'Tú única' y creo, en serio; que debe ser muy lindo que un alguien escriba eso sobre otro alguien, me gustó tanto que debía decírtelo, bueno, te dejo, eres muy lindo, ciao.'

     Colgué el auricular.  Sonreí. Regresé a mi silla del estudio y comencé a componer con abundancia, todo salió de mi espíritu con tanta facilidad, con vehemencia tan apasionada, como de ti brotan esas palabras tan necesarias, por lo menos para mí.  Al finalizar mi sesión, me sorprendí con una de mis canciones favoritas en el ordenador, recién hecha; y con una verdad en mi cabeza que no había entendido: Conocerte me hace muy feliz.





Revelación

Por Abraham Ramírez



De entre todas las hadas de la luna
te preferí a ti, mi luz ardiente
sin saber que tu esplendor iridiscente
secaría mis palabras, mis cantos y la lluvia.




octubre 09, 2011

La flor de durazno.

Por Abraham Ramírez

      Respiro, antes de beber el último sorbo de café.  Te veo... no sé cómo pasó.  Cuando te tuve entre mis brazos por primera vez, juraba que jamás habría algo que pudiera interponerse entre los dos.  Ahora no juro ya nada.

     Me resisto a entender, porque cuando entienda tendré que resignarme, y me duele. Cada frase que dices está estructurada con doble filo.  Las lanzas para herirme de muerte, pero la mueca rara de tu boca me muestra un esbozo de tu propio dolor tímido.  Nunca te permites vulnerarte frente a mí, te escondes... en esa mirada roja de furia, aunque sabes de sobra que no soy yo el único culpable de las nubes.  No podría nublar, yo solo, algo tan grande como el cielo; ni aunque lo intentara desesperadamente.

     Termino mi café... necesito más.  Prefiero quemarme lentamente la lengua que gastarla en pronunciar algo que en realidad no siento.  Te levantas.  Ahora lo que lanzas es tu taza vacía, que, como para burlarse de mí; dice: 'I love you forever'; forever, ahora ya dudo que siquiera signifique algo esa palabra. Tu silla cae abrumada por tu impulso y la aguda gravedad.  Me gritas la última daga plateada y sales de la casa, la que hasta ayer era 'nuestra'; se reduce a 'mía', y en la metamorfosis atropella nuestros sueños y planes, o quizás sólo los míos.

     No sé si correr tras de ti o dejarte ir.  Miro las paredes, me parecen tan altas; el techo está oscuro y no quiero siquiera pensar en la frialdad del resto de la casa.  Mis ojos se humedecen, y, en mi limitada visión; percibo que hay algo en la ventana. Me seco los ojos con la palma de la mano.  Ahora también escucho.  Es una rama de nuestro árbol de durazno, ese habitante del jardín que lleva doce años creciendo y nunca nos quiso regalar más que hojas.  El viento frío del otoño reciente la empuja contra el vidrio, también frío.  Me levanto con dificultad de la silla, al parecer llevaba años sentado.  Me acerco a la ventana, mis ojos vuelven a estar abrumados por el agua.  Ahora los despejo con los nudillos y me recargo, contrito aún, en el cristal helado.  Enfoco la visión, más y más.  -¿Qué es eso?- me pregunto incrédulo...

      ¡Oh paradojas absurdas de la vida! hoy que te has ido sin dejarme esperanza alguna de tu regreso, hoy que el frío otoñal me hiela la sangre, hoy que todo pinta tan oscuro, hoy, precisamente hoy; el tonto árbol, que  por más de una década se había erguido burlonamente sin cumplirnos en nada, tiene una flor más rosada que tus labios, y es, ahora; incluso más esperanzadora que tus ojos.





                                                         



Remembranzas sobre Toño...


Según Abraham Ramírez.

     Conocí a Toño en la Universidad de Montemorelos, sólo de vista; en el año 1996.  Ya desde entonces, los cerrados de mente, hablaban mal de él a sus espaldas; sin embargo, los mismos; siempre le pedían ayuda para cantar tenor, o para cualquier otra cosa de las muchas para las que era bueno.

      Yo no estuve más que un semestre en esa universidad, pero en el año 1998 Toño llegó a vivir a mi ciudad, Puebla.  Un tanto porque me vió potencial (jeje) y otro porque ya había cantado en 'Emmanuel', me invitó a su primer proyecto aquí, una obra de teatro navideña.  Desde entonces comencé a conocerlo, su manera tan profesional de hacer las cosas, sus planes tan ambiciosos, tan a lo grande.  Fue con él que vi por primera vez un estudio de grabación y cómo se hacen las cosas ahí, también fue por él que canté en un teatro, hasta de a solista alguna vez, sueños que no me atrevo a decir que hubiera cumplido de no haber sido por él. Cuando estábamos en su estudio no se molestaba de que le preguntara, como niño en juguetería, para qué servía esto o aquello, hasta parecía que le hacía feliz aclararme las dudas.

     Pasaron los años, Toño y su familia se mudaron a Macuspana, Tabasco, y pronto se notó su ausencia.  Algunos tratamos de hacer proyectos siguiendo la inercia de su trabajo, pero no, no era tan fácil como parecía cuando Toño lo hacía. Pasé años complicados tratando de servir sin saber cómo, hasta que dejé de asistir al templo, por la simple tristeza de no sentirme útil.  Mientras Toño, Betty y las niñas, estuvieron en Macuspana; hicieron tantas maravillas como Dios les permitió y tocaron a muchas personas con su ministerio.

      Al paso de algunos años, Dios los regresó a Puebla, cuando lo supe, recuerdo bien, sentí una inmensa alegría; tardó mucho mi sonrisa. Volví a ‘visitar’ mi iglesia, con la esperanza de volver a hacer lo que, a mi parecer, es lo que Dios espera de mí.  Mi amigo estuvo feliz de regresarme mi lugar en sus proyectos, sin importarle que otros me tacharan de malo por mi ausencia.  Cómo se gozaban nuestros ensayos del coro los sábados de tarde, gracias a Toño, hasta tengo nuevos y muy buenos amigos.  El coro es una bendición para todos nosotros.  Otra vez estaban las cosas en su lugar.  De nuevo sentía esa felicidad, esa alegría de cantarle a Dios, de dedicarle mis talentos tan asustados, por decirlo de algún modo. 

     De nuevo los conciertos, las grabaciones, las giras… La última de ellas, la de Nanchital-Cosoleacaque, estuvo llena de momentos geniales, pero Toño ya se notaba cansado.  Su enfermedad lo cansaba.  No lo queríamos reconocer.  Queríamos pensar que sólo estaba así por tanto trabajo o por manejar; o qué se yo, queríamos que estuviera bien.  Esa noche, de regreso, me dejó manejar la camioneta.  Él era mi copiloto.  Viajamos toda la noche, platicando de miles de cosas referentes a la música, al estudio, a las interfaces de audio, los micrófonos, los monitores, los secuenciadores… él se dormía a ratos, cada vez más largos.  Estaba cansado.  Creo que fue la última vez que platicamos mucho.  Él se fue de gira a la zona maya con el cuarteto Eben-Ezer, otra más de sus creaciones, y nosotros, los del coro; quedamos de vacaciones.  Quién podría adivinar que sólo nos reuniríamos de nuevo por dos ensayos muy breves para la participación en el FELIGRUP.  Ese día, lo vi más cansado que nunca. Toño, como siempre, oró con nosotros antes, pidiéndole a Dios que aceptara nuestra alabanza y que nos ayudara a hacerlo bien, porque todo lo que hacíamos era para su honra.  Después de bajar del estrado no lo volví a ver.  No supe más de él hasta que me enteré de la trágica noticia.  ¿Cómo Señor, pudiste dejarnos sin nuestro amigo? ¿Qué vamos a hacer ahora?

Toño:
     No eras perfecto; pero ¿quién lo es?  Eras un instrumento y nada más, a través de ti, Dios hizo maravillas conmigo; y estoy seguro de que también con muchos más.  Te voy a extrañar demasiado, pero prometo luchar por hacer las cosas, en mi vida, ‘a lo grande’, quiero seguir tu ejemplo en lo grande de tus obras, y en la dedicación completa de tu  vida. 
Gracias por todo lo que me regalaste. Te quiero.