noviembre 06, 2017

Dicen...

Por Abraham Ramírez



Dicen que la vida es sueño
que la luz y la esperanza son canciones
que las manos se marchitan por vivir pasiones
y que todo es cuento.

Dicen que jamás debí quererte
que la risa que florece en mi interior es mala
pero tú fuiste llovizna que mojó mi huerto
muerto
desde aquella primavera en llamas.

Dicen que la soledad sería más santa
pero no comprenden que me quiebra el viento
lento
y que el tiempo pasa
convirtiendo todo lo que fui en palabras
que nadie escuchaba
que nadie entendía
hasta que llegaste un día
y miraste mi alma.

Dicen y predican,
pero yo decido revivir contigo
y encender las luces y esperar contento
el tiempo
en que sólo escuche tus tiernas palabras.



julio 30, 2017

Canciones íntimas - domingo

Por Abraham Ramírez



Me llega el sonido lejano de los truenos que juegan desesperados y decididos entre las nubes más grises, al sur.  Tú ya sabes que mi casa está al norte {no sé si te acuerdas un poquito de la distribución de la ciudad} y hasta aquí se escuchan.  Creo que, posiblemente, comience a llover aquí en una hora más o menos.  Yo acabo de ducharme y te escribo desde la biblioteca esta tarde de domingo.  Me equivoqué.  Ya caen las primeras gotas.  Son grandes, ruidosas, relajantes, transparentes, prometedoras.  Me encanta salir por las mañanas y ver el patio lleno de agua.  Me haría feliz ser valiente como cuando era niño y brincar en todos los charcos sin importarme si me voy a enfermar por llevar los pies mojados.  ¿Te acuerdas? También puedo oír los rechinidos un poco desafinados de los violines de un mariachi que toca 'Si nos dejan nos vamos a vivir un mundo nuevo...'.  Siempre hay fiestas los domingos.  Parece que toda la gente es feliz en domingo.  Yo, sin embargo, sólo me lo paso extrañando, añorando otras épocas, queriendo cosas y gente que no está, leyendo libros que nunca me enganchan, tocando canciones que no termino y discos de los que sólo aguanto el lado A o B, pero sólo uno; enciendo la tele, la apago en seguida, abro el refrigerador decidido a hacer algo de comer pero me arrepiento, abro la puerta para salir en la bici a tomar fotos, pero me invito a abandonar la intención y acepto la invitación.  Y así, en un ciclo que se repite en orden aleatorio, paso mis domingos.

     A riesgo de parecer cursi, te diré esto:  Nada sería igual de catatónico si estuvieras aquí.  Te he querido escribir de otras personas que son importantes, para que las conozcas, pero la verdad es que cuando las empiezo, las cartas, me pongo a pensar en nuestra última charla y me quedo así, pensando y pensando y ya no escribo nada.  Tiene mucho que no visito algún café ni veo a nadie.  Es trabajo-casa y casa-trabajo.  Me hace falta saber de ti.  Creo que eres la única persona de la que quisiera saber hoy, ahorita, en este instante.  Charlar.  Sentir tu aroma.  Verte mover los brazos mientras hablas y escuchar tus risas relajadas; no sé, hablar de nuestro equipo de futbol o salir a andar en bici a tomar fotos.  Contigo sí que me decidiría a ir a cualquier lado.  Me haces mucha falta.  El tiempo dirá qué pasará con nosotros.  Dios dirá.  El tiempo y Dios dirán.

     Los truenos no han cesado.  Ya no son juguetones.  Más bien amenazantes.  ¿Te imaginas cómo habrá sonado el cielo antes de que empezara el diluvio universal?  Yo quisiera tener una voz así de poderosa para intentar que me escucharas hasta allá.  ¿Piensas volver algún día? ¿te dejarían venir?
No te olvides de mí.  Por favor no dejes de intentar tu regreso, para que alguna vez, podamos revivir la gloria de los días pasados y hagamos brillar el sol y nuestros ojos y nuestras vidas, aunque sea domingo.






abril 23, 2017

Eres.

Por Abraham Ramírez 



Eres la chispa que hace girar este motor cansado y enfermo
del tedio
de esta vida berrinchuda que me aplasta y me levanta y me sacude.

Eres la gotita de agua que inicia todas las lluvias
que respiro
y que me anuncia que hay tormentas muy cerquita
para que pueda cubrirme y elija por dónde andar.

Eres la luna delgadita y sonriente
que me intriga,
que me hace dormir con la duda si mañana será mejor o peor
y siempre logra que prefiera la esperanza. 

Eres la niña coqueta y traviesa que no sé por qué conocí,
pero que es tan necesaria y tan precisa para hablar conmigo
y para darme caricias,
frágiles y torpes y perfectas,
para calmar mi rabia, mis temores y manías.




febrero 25, 2017

Azul o verde.

Por Abraham Ramírez



En realidad no importaba si era azul o verde, era lo mismo, pero lo usaron de pretexto para sacar al fin todo el mal humor que habían fabricado los últimos días.   Nosotros los vimos pelear desde detrás de la puerta, entre los pedacitos lisos de cristal del emplomado; él fue un poco violento para hablar pero no la tocó.  Ella le arañó la cara varias veces y le rompió la camiseta negra metalera con una fuerza que nunca sospechamos que viviera dentro de ese cuerpecito delgado.  Cuando la policía llegó a nuestra privada, el semidesnudo vecino estaba callado y con la cara larga.  De sus ojos cafés de perrito cocker spaniel rodaban gotas pesadas de agua, y por sus cachetes barbados de tres días, líneas ridículas de sangre.  Ella le gritaba histérica al policía gordo.  El policía flaco intentaba investigar el hecho, pero pasaban pesados los minutos y lo único que había conseguido era una orden completa de insultos infantiles y tontos para él, para su compañero y para nuestro vecino cara roja.
   
     Desde hacía varios días, las paredes huecas y pegadas de nuestras casas nos obligaban a escuchar peleas constantes.  Ella siempre gritaba más, pero él no se dejaba.  Al cabo de un rato, todo se quedaba en silencio y sólo se escuchaba el volumen bajito de la tele.  Al fin el policía delgado logró imponerse y la vecina gritona se calló un ratito:
-A ver señorita, díganos qué pasó...

-Este idiota, le estoy diciendo que es azul, pero el muy imbécil es un necio que no sabe de colores, y eso que disque es diseñador el muy inútil...

-Cálmese señorita, así no vamos a llegar a ningún lado; vamos a hablar con respeto

-Yo no puedo respetar a este estúpido.  El respeto se gana y él no se lo ha sabido ganar nunca, que se largue, no lo quiero volver a ver.  -El poli entendió que con la mujer no se podría entender mucho, así que le preguntó al joven:

-¿qué pasó carnal? -Y aquí fue donde todo quedó claro.

-Esta niña ha sido mi motivación para ser mejor desde hace un montón de tiempo...

-motivación mis 'güevos' pendejo... -Interrumpió la susodicha, pero el poli flaco la vio con cara de perro bravo y amagó con sacar su arma.  Ella se agachó de ladito y torció la boca.  El joven continuó:

-Desde hace mucho tiempo sólo he trabajado para ella, quiero hacerla feliz, que tenga lo que sueña, que nunca se sienta sola, quiero amarla sin restricciones, sin temor.  Compré esta casa hace un par de años para poder ofrecerle que viviéramos juntos.  Llevamos aquí apenas unos meses, y de un tiempo a acá, ella ha estado saliéndose en las noches, cuando yo me duermo.  Me duermo temprano porque tengo dos trabajos y debo levantarme a las 6 para llegar a tiempo al primero.  No sé a dónde va ni con quién sale.  No me cuenta nada.  Dice que le debo  tener confianza y que ella no tiene la culpa de que yo sea tan mamón de tener dos trabajos, que ella quiere salir y divertirse porque es joven y bonita.  Ella no trabaja.  Tiene todo el día para salir, pero se sale de noche, cuando yo me duermo.  Apenas comienzo a querer tocar el tema para que arreglemos el asunto, se  pone loca, comienza a gritarme y se hace la ofendida.  Hace rato fuimos al parque, en plan relajado, como para mejorar las cosas.  Estábamos jugando Pokémon Go y atrapamos un Totodile; le dije que me gustaba mucho ese verde agua de su piel y ella dijo que yo era un pendejo, que la piel era azul.  Se puso loca por eso, me pegó en la cara, me enterró las uñas; yo le dije que me soltara y que no era para tanto, pero no me hizo caso...

-¡Claro que es azul pendejo! -interrumpió la mujer, abalanzándose hacia su novio para volver a atacarlo, pero el policía gordo la detuvo del brazo y le hizo una especie de llave calma locas.

      Después de preguntarle a la muchacha si quería agregar algo y en lugar de eso recibir sólo insultos e intentos de agresión física, fue innecesario investigar más.  Le preguntaron al joven si quería levantar cargos, pero el dijo que no, que no quería hacerle ningún mal.  Los polis la soltaron.  Ella se metió en la casa.  Él después.  Al cabo de un par de horas, la mujer salió con un par de maletas.  Un tsuru verde, o azul, no supimos distinguir bien el color,  pasó por ella.  El conductor se bajó del auto, abrió la cajuela y metió las maletas.  Luego la besó de lengua y ambos se metieron al auto.  Antes de arrancar, ella bajó la ventanilla y se despidió de su novio:

-¡Chinga tu madre pendejo!