Respiro, antes de beber el último sorbo de café. Te veo... no sé cómo pasó. Cuando te tuve entre mis brazos por primera vez, juraba que jamás habría algo que pudiera interponerse entre los dos. Ahora no juro ya nada.
Me resisto a entender, porque cuando entienda tendré que resignarme, y me duele. Cada frase que dices está estructurada con doble filo. Las lanzas para herirme de muerte, pero la mueca rara de tu boca me muestra un esbozo de tu propio dolor tímido. Nunca te permites vulnerarte frente a mí, te escondes... en esa mirada roja de furia, aunque sabes de sobra que no soy yo el único culpable de las nubes. No podría nublar, yo solo, algo tan grande como el cielo; ni aunque lo intentara desesperadamente.
Termino mi café... necesito más. Prefiero quemarme lentamente la lengua que gastarla en pronunciar algo que en realidad no siento. Te levantas. Ahora lo que lanzas es tu taza vacía, que, como para burlarse de mí; dice: 'I love you forever'; forever, ahora ya dudo que siquiera signifique algo esa palabra. Tu silla cae abrumada por tu impulso y la aguda gravedad. Me gritas la última daga plateada y sales de la casa, la que hasta ayer era 'nuestra'; se reduce a 'mía', y en la metamorfosis atropella nuestros sueños y planes, o quizás sólo los míos.
No sé si correr tras de ti o dejarte ir. Miro las paredes, me parecen tan altas; el techo está oscuro y no quiero siquiera pensar en la frialdad del resto de la casa. Mis ojos se humedecen, y, en mi limitada visión; percibo que hay algo en la ventana. Me seco los ojos con la palma de la mano. Ahora también escucho. Es una rama de nuestro árbol de durazno, ese habitante del jardín que lleva doce años creciendo y nunca nos quiso regalar más que hojas. El viento frío del otoño reciente la empuja contra el vidrio, también frío. Me levanto con dificultad de la silla, al parecer llevaba años sentado. Me acerco a la ventana, mis ojos vuelven a estar abrumados por el agua. Ahora los despejo con los nudillos y me recargo, contrito aún, en el cristal helado. Enfoco la visión, más y más. -¿Qué es eso?- me pregunto incrédulo...
¡Oh paradojas absurdas de la vida! hoy que te has ido sin dejarme esperanza alguna de tu regreso, hoy que el frío otoñal me hiela la sangre, hoy que todo pinta tan oscuro, hoy, precisamente hoy; el tonto árbol, que por más de una década se había erguido burlonamente sin cumplirnos en nada, tiene una flor más rosada que tus labios, y es, ahora; incluso más esperanzadora que tus ojos.
¿Cómo?
ResponderEliminarEstá horrible!!!
ResponderEliminarcomo q esta horrible??? me encanta!
ResponderEliminarSi, si es horrible!. No niño, ya lo había leído antes y me gustó mucho. Gracias por compartir tus ensayos, me encantan! =)
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