Quiero saber de ti, pero es complicado. Te perdí la huella desde hace tanto que no sé cómo volver a buscarte; ni siquiera por dónde empezar. La última vez que te vi -llevabas el suéter de rayas grises y violetas que mi madre te tejió- fue una tarde helada de noviembre; el frío tan inorgánico me congelaba la nariz y nubes blancas y desesperadas salían constantemente de mi boca. Te busqué por los parques cercanos. Te busqué en su casa. Te busqué hasta el cansancio y sin hallarte. No tienes idea de lo mucho que extraño abrazarte y que me llenes de besos por las mañanas. Te quiero, no supe si me lo creíste cada vez que te lo decía, si de verdad lo entendiste; pero te quiero mucho. No sé si fue idea tuya, si tú lo decidiste; si así fuera no estaría tan triste y preocupado, porque al menos, quererte como te quiero me dejaría apoyarte en cualquier decisión que tomes, aunque no esté de acuerdo con ella. Pero ¿si algo te sucedió? ¿Si te secuestraron? Esas ideas me atormentan todo el tiempo. Ya tiene dos años que no apareces ni llegan noticias tuyas por ningún lado. ¿Tendrás para comer? ¿Habrás perdido la memoria y por eso no vuelves?
En la policía me dijeron que no podían hacer nada por mí, que no encontraban el modo de ayudarme. Todo ha sido inútil hasta ahora. Sólo me queda esperar que estés bien, que te traten bien, que te quieran, que no sufras, que no pases frío ni hambre y si un día vuelves, si decides volver; que al fin puedas entender lo necesario que eres para mí. Te extraño Greñas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario