Estábamos encendidos. Le acariciaba el cabello mientras ella me apretaba entre su pelvis y la pared. Nuestros labios y manos se movían como delfines, libres en el océano. De repente, la humedad de su lengua recorrió la orilla de mi boca y se deslizó hasta mi cuello erizándome la piel, y yo creí que era el momento correcto para desabrochar su blusa. Ella, sin quitarme su mirada felina de encima, dio unos pasos hacia atrás y tomó mi cámara de la mesa. Con su voz más natural y tibia me dijo: "toma, yo la desabrocho y tú haces lo tuyo"
enero 01, 2016
Fotógrafo y modelo (en 100 palabras)
Por Abraham Ramírez
Estábamos encendidos. Le acariciaba el cabello mientras ella me apretaba entre su pelvis y la pared. Nuestros labios y manos se movían como delfines, libres en el océano. De repente, la humedad de su lengua recorrió la orilla de mi boca y se deslizó hasta mi cuello erizándome la piel, y yo creí que era el momento correcto para desabrochar su blusa. Ella, sin quitarme su mirada felina de encima, dio unos pasos hacia atrás y tomó mi cámara de la mesa. Con su voz más natural y tibia me dijo: "toma, yo la desabrocho y tú haces lo tuyo"
Estábamos encendidos. Le acariciaba el cabello mientras ella me apretaba entre su pelvis y la pared. Nuestros labios y manos se movían como delfines, libres en el océano. De repente, la humedad de su lengua recorrió la orilla de mi boca y se deslizó hasta mi cuello erizándome la piel, y yo creí que era el momento correcto para desabrochar su blusa. Ella, sin quitarme su mirada felina de encima, dio unos pasos hacia atrás y tomó mi cámara de la mesa. Con su voz más natural y tibia me dijo: "toma, yo la desabrocho y tú haces lo tuyo"
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