diciembre 10, 2011

Esperabas

Por Abraham Ramírez


Estabas esperándome, pero no te ocultabas
sonreías mientras yo me perdía en lágrimas, en placeres, en nada...
pasaba de largo sin mirarte, sin percibirte, pero tú esperabas.  Esperabas y sonreías.

Una noche no pude más con el pesado yugo de mis malas elecciones,
caí, me postré, me hundí... me levanté, me desplomé de nuevo y me despojé...
de mí, de todo... del pasado, pero sobre todo del presente,
ansioso por un oído interesado.
Por una mano cariñosa, o a caso sanadora.

Tú, tú seguías esperando.  Y sonreías.

Yo te vi.  Cansado de encontrar sólo orejas estériles me acerqué,
porque tú sonreías, y creí, en mi necesitada conciencia,
que tu sonrisa era atractiva.
Tú, me tocaste la espalda, me sonreíste, me miraste con ternura, como si me amaras.

¿Podías amarme sin siquiera conocerme?
¿O es que de tanto mirarme dar traspiés me conocías?
Me hablaste con paciencia inusual, por lo menos para mí.
Me contaste de ti, y aprendí poco a poco a saberte, y en consecuencia a quererte.
Cuán interesante eres.  Tu vida en nada se parece a la mía.
Tú eres la perfección, la virtud, el amor, la caridad; que no sé si son o no la misma cosa.
Me enseñaste a cantar, a respirar, a brincar, a respetar.  A vivir.
Tu sonrisa fue, poco a poco dibujándose en la mía, se fue repitiendo.

Contigo las lágrimas se hicieron llevaderas, porque salían de una conciencia liberada.
El temor decayó y la bondad se me hizo cotidiana.
 
Señor, si me alejo alguna vez de tu enseñanza, no me dejes, te suplico; repetirme.
No quiero ser, más nunca, sin tu abrazo; sin tu paz que libera y que redime.





No hay comentarios:

Publicar un comentario