Por Abraham Ramírez
Falsa sería la acusación. Tonto asegurar que eres culpable. Nunca podría erigir mi nueva vida cimentándola en una mentira. Tú no eres el hombre que yo creí ni yo la mujer que tú pensabas. Te amé como a nadie. Hoy, no sé por qué, ya no. Si tan sólo me atreviera a evadir mi moral y les dijera lo que quieren oír de ti, todo terminaría a mi favor. Todo. Tú serías el malo, el perverso. Mi partida estaría más que justificada y sería libre. Libre de ti y de mí cuando estoy contigo. Libre física y moralmente. De saber que esto pasaría, no habría asistido jamás a un templo; así no tendría ni siquiera que ser un dilema mi decisión, lo haría y listo. Adiós. Pero no, no puedo. Tendré que decir la verdad de lo sucedido y explicar con detallismo exquisito que todo lo planeé yo, por mi soberbia, porque no te soporto más, porque pienso que existe algo diferente que debo vivir...
El único inconveniente es que para mí nada será igual. No tendré más vida, ni libertad, ni nada. Pero es lo justo. Aunque ya no te ame tampoco te odio. Pensé que podría, que funcionaría, pero no, no puedo. No tengo tanta maldad adentro como para concluir el plan que con tanta eficacia fue planeado. Todo, hasta aquí, salió como lo pensé, como lo concebí. Todo excepto el último peldaño de esta escalera de ruina. Sabía que esto podía pasar, que podría no atreverme al final, pero debía intentarlo.
Tal vez sólo debí decirte adiós. Un adiós simple, franco; pero de seguro me habrías convencido de quedarme. Me habrías visto con esos ojos tiernos de color castaña y me habrías recordado todo lo hermoso que alguna vez fue lo nuestro. Seguramente me abrazarías con cariño, como siempre lo haces y llorarías hasta que yo también lo hiciera. Luego me harías el amor como sólo tú me lo has hecho y yo quedaría prendada de nuevo a ti. Por eso tuve que intentar algo como esto. Si funcionaba, no sólo yo tendría libertad, también tú, porque serías el único que conocería la verdad, la verdad de mi mentira, y me odiarías por fin. Odiarme sería lo mejor que podría pasarte. Te permitiría verme tal cual soy y por fin podrías desprenderte y olvidarte de tu obsesión por hacerme feliz. Creo que eso es lo que más odio de ti, no necesito ni nunca te pedí que me hicieras feliz. Sí, ya sé que estoy loca, pero ya no importa. Diles que entren. Confesaré todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario