agosto 28, 2012

Realidad... inesperada realidad.

Por Abraham Ramírez



     Esa mañana, todo había transcurrido como siempre, la cotidianidad  me marcaba la ruta a seguir; y mis pasos cansados suponían funcional el trayecto.  Me tomé el café, con traguitos pequeños para no quemarme; me comí un plato de frijoles negros y dos tortillas, creo, porque en eso de contarlas nunca he sido muy eficiente.  Terminé con el estómago más que satisfecho.  A duras penas me levanté de la mesa y llevé mis trastes sucios al patio, para lavarlos en el lavadero, no me gustaba lavarlos en la cocina, porque el fregadero era muy pequeño e incómodo.  En una orilla de la sala, tengo un sillón amoldado por décadas, con mi figura; donde me siento a leer y a veces a escuchar música.  Supone el verdadero 'Edén' de mi casa, el sitio donde estoy siempre feliz.  No recuerdo haber pasado algún mal momento en él.  Esa mañana, estaba ahí sentado, cuando el teléfono sonó.  Es ahora, justamente, cuando empieza la parte interesante de este relato,  el motivo de que escriba esto.  El teléfono sonó y sonó.  Yo esperaba que cesara pronto, después de todo, las personas que usualmente llamaban a la casa, no lo hacían a esa hora.  Supuse que sería algún vendedor de internet o publicidad política, así que no contesté.  Sonó.  Sonó de nuevo.  Volvió a repiquetear con insistencia, tanta, que tuve que dejar mi libro a un lado para levantarme a contestar.

-¡Hola! -dije en tono molesto.
-Buen día señor, estoy buscando al ingeniero Pedro Miranda.
-Sí, aquí él mismo al habla. -No podía referirse a nadie más, porque ninguno de mis hijos o nietos se llamaba Pedro.
-Mucho gusto ingeniero, le llamo de automotriz Alemana para comunicarle que se ha abierto una vacante y revisando los archivos, hemos descubierto su currículum, y ha sido elegido, de entre casi 200 aspirantes, para una entrevista; se le ruega se presente hoy por la tarde, a partir de las 4, en nuestras oficinas.
-¿cómo? ¿está seguro?
-Claro, bueno, lo esperamos, buen día.  -Y colgó sin que pudiera decirle nada más.  Explicarle que debía haber una confusión.

     Ya se habían cumplido 35 años desde ese día.  Era septiembre, no recuerdo bien, pero debió ser lunes o martes.  Puede que haya sido 12 o 13 del noveno mes del año 1977.  Acababa de graduarme del Instituto Tecnológico como Ingeniero industrial.  Ese día apareció en el periódico un anuncio en la sección de empleos.  Ocupaba media página.  Pedían, entre otros muchos perfiles, un ingeniero industrial con 5 años de experiencia; a cambio ofrecían un salario descomunal y todas las prestaciones de ley y más.  Yo estaba consciente de que era mucho pedir, pero ¿qué podría perder con intentarlo? Me puse muy elegante, para aparentar eficiencia (jejeje), agarré mis papeles y me presenté en el lugar y la hora indicados en el clasificado del diario.  Me entrevistó un tipo de anteojos de pasta, típicos de la época, me encuestó sobre todo lo que necesitaba saber y me dio un pequeño tour por la planta, me dijo lo que se esperaría de mí en caso de ser seleccionado y luego me despidió con la promesa de que me llamaría después.

     Ahora, en pleno 2012, recibía una llamada que ya ni esperaba y que hasta risa me daba.  Obviamente debía ser una confusión, quizás pasaron por alto las fechas, mi edad... Pero ¿Y si no? ¿Qué tal si de verdad me habían contemplado?  La curiosidad me mataba.  Ese día no comí bien, mi esposa se molestó por lo ridículo que me vería y mi nieto de secundaria me dijo: ¡qué forever alone abuelo! tú ya estás muy viejito para andar pidiendo chamba...

      Pero y qué, los mandé a volar a todos y me puse elegante de nuevo para aparentar eficiencia (jajaja).  Estuve a las 4 en punto en las oficinas de la armadora.  Le indiqué a la señorita de la recepción que tenía una cita, me preguntó mi nombre y me pidió que tomara asiento.  Hizo una llamada y luego me preguntó:
-¿Cuál es el motivo de su visita señor? -Sin pena, le dije que iba a una entrevista en el área de recursos humanos, para un empleo, con una sonrisita medio extraña me pidió que pasara, que me estaban esperando.

     Entré a la oficina indicada.  Un tipete medio flaco y larguirucho me invitó a sentarme y me pidió paciencia. Terminaba de hablar cuando se abrió la puerta detrás de mí y entró un sujeto regordete, calvo, como de mi edad, con gafas de pasta y me dijo:

-Ingeniero Pedro, lo felicito, ha sido usted elegido por su basta experiencia para fungir como gerente del área de Logística.  Le facilito un manual...

     Me llevó a mi área de trabajo, me explicó lo que se esperaba de mí y me presentó a mi equipo.  Hoy cumplo 6 meses trabajando de nuevo, sin saber cómo, con un salario exageradamente bueno.



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