marzo 21, 2012

Bicéfala

Por Abraham Ramírez


Me das una pena más antes de la noche, antes de la luna...
tus ojitos se volvieron malos; con tus manos despiadadas
me arrancas las lágrimas como si de ello dependiera tu vida,
te desfiguras y te conviertes en juez y verdugo.
También en castigo.

Duermo.  No, trato; entre mil preguntas sin respuestas claras,
con el miedo del conejo perseguido, escondido.
Tú, mi depredador, duermes plácidamente al lado mío,
respiras tan cansada; y yo, yo sigo temblando.
También te respiro.

Si soñé, sería con levantar el vuelo, con libertades verdes,
con praderas donde el miedo, el dolor de saberte mi enemiga
se depura con la brisa, marina, salada, fragante
y de nuevo despierto con latidos sordos...
También necesito.

Con la luz tan blanca del amanecer despiertas bella, despeinada
tus ojos se volvieron corderos necesitados de mí
me das un beso con sabor amargo, me acaricias, me peinas
me rodeas con tus piernas y me aprietas. Ya no hay vituperio.
Tampoco delito.


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