Por Abraham Ramírez.
¡Me vas a meter en líos!
me dijiste tan furioso
retumbando como río,
y yo, que hablo con suspiros;
te solté y cerré los ojos.
¡No me abraces, no me beses!
que me espantas a otras damas,
qué no sepan que te mueres,
que te gusto, que me quieres;
las muchachas de la cuadra.
¡Ya no llores tonta niña!
¿qué no ves que más merezco?
no pretendas que te tiña
de la magia y la poesía,
que tan sólo yo poseo.
Y así, de tanto escucharte,
yo que tanto te quería
logré, como eres, mirarte;
descifrarte, escudriñarte,
¡pedazo de porquería!
Tu pelo tan poco era
que tu coco se asomaba,
tus ancas: flacas y chuecas,
tu nariz, tus pocas cejas,
las orejas tan pegadas...
me hicieron ponerte un mote:
el 'batracio', por baboso,
ya no importan tus amores,
ni tus modos ni tus poses,
no me gustas para esposo.
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