diciembre 27, 2011

Labios de acuarela.

Por Abraham Ramírez


Ninguna palabra que digas me hará quererte menos.
Me has atrapado; no quiero alejarme ni perderme en mí mismo siquiera.
Cada mensaje visual, audible, palpable, perfumado,
gustable o intumescente que mandas me vuelve monocromático...
todo lo respiro de tu color.

Tu piel, aromática y fría, me es tan deseable que me deshago cuando la percibo,
sólo pienso en olerla, en probarla;
con los ojos, con las manos, con la lengua, con la conciencia y con los sueños.
No sé por qué me necesitas cuadrafónico,
si sentirte de seis formas me ha gustado de este modo,
tan inesperado pero tan agradable.

Tú.  Tú.
Me miro desde afuera con la cara tan perdida y los ojos de conejo.
Nunca me había visto así.
Siento que mi sangre se cuaja, se vuelve gelatina de grosella y anís cuando te acercas tanto.
Me sonríes, me hablas, me besas, me desnudas... me desarmas.
Y no, no es que yo ande armado por el mundo;
pero debiera desde ahora que me has dejado tan vulnerable a todo.

Sueño que me llevas a lugares desconocidos y épicos,
llenos de color, de luz, de aromas, de texturas,
pero sobre todo llenos de ti; de ti y de música.
Tú eres música.
Eres el clímax de una sinfonía, cuando los violines gritan como ninfas y sirenas,
los cornos exhalan, los timbales revientan y retiñe el címbalo emocionado despidiendo notas áureas;
eres el piano solista que me hace pensar, que me estremece, que me eriza la piel y me roba una lágrima;
eres la voz de la mar que acaricia con palabras y embellece mi tarde y mi noche;
y me emociona para esperar cansado al amanecer.

Tú, labios de acuarela; que destiño con mis besos húmedos
y me manchan de magenta y perfume;
has cambiado mis formas y mis líneas.
Reviento contigo, me voy, me pierdo y me regreso fortalecido para amarte.
Gracias por las líneas que te escribo y porque sé que igual, que yo a ti; me vives tú.





diciembre 10, 2011

Esperabas

Por Abraham Ramírez


Estabas esperándome, pero no te ocultabas
sonreías mientras yo me perdía en lágrimas, en placeres, en nada...
pasaba de largo sin mirarte, sin percibirte, pero tú esperabas.  Esperabas y sonreías.

Una noche no pude más con el pesado yugo de mis malas elecciones,
caí, me postré, me hundí... me levanté, me desplomé de nuevo y me despojé...
de mí, de todo... del pasado, pero sobre todo del presente,
ansioso por un oído interesado.
Por una mano cariñosa, o a caso sanadora.

Tú, tú seguías esperando.  Y sonreías.

Yo te vi.  Cansado de encontrar sólo orejas estériles me acerqué,
porque tú sonreías, y creí, en mi necesitada conciencia,
que tu sonrisa era atractiva.
Tú, me tocaste la espalda, me sonreíste, me miraste con ternura, como si me amaras.

¿Podías amarme sin siquiera conocerme?
¿O es que de tanto mirarme dar traspiés me conocías?
Me hablaste con paciencia inusual, por lo menos para mí.
Me contaste de ti, y aprendí poco a poco a saberte, y en consecuencia a quererte.
Cuán interesante eres.  Tu vida en nada se parece a la mía.
Tú eres la perfección, la virtud, el amor, la caridad; que no sé si son o no la misma cosa.
Me enseñaste a cantar, a respirar, a brincar, a respetar.  A vivir.
Tu sonrisa fue, poco a poco dibujándose en la mía, se fue repitiendo.

Contigo las lágrimas se hicieron llevaderas, porque salían de una conciencia liberada.
El temor decayó y la bondad se me hizo cotidiana.
 
Señor, si me alejo alguna vez de tu enseñanza, no me dejes, te suplico; repetirme.
No quiero ser, más nunca, sin tu abrazo; sin tu paz que libera y que redime.





noviembre 28, 2011

Los días que pasé del otro lado (canción No.3)

Por Abraham Ramírez


Canción 3
Onomástico.




     Mañana cumpliré un año más.  Dice mi mamá que me hará un fiesta.  Yo no quiero.  Siempre invita a un montón de gente que ni conozco y que me ignora.  Yo tendré que hacer un sin fin de cosas para que todos los invitados estén bien atendidos; todos menos yo.  Me gustaría, que por sólo una vez, vinieran sólo las personas que yo quiero:  Mi abuelita Eugenia, mis primos Beatriz y Victor; y mi único amigo hasta ahora, el de la otra escuela, la que sí me gustaba.

     Sólo estuve allí un año, pero desde el primer día Carlos y yo nos caímos bien, hubo química.  A la semana ya jugábamos juntos y platicábamos en el recreo de nuestras caricaturas favoritas y de los autos más padres.  Congeniábamos en todo, salvo en la niña que me gustaba.  Él decía que Dulce era, más bien, chistosa y feíta; y para mí era una lindura.  Sus ojitos eran tan grandotes; y su boquita colorada me hacía alelarme, pausarme, trabarme.  Nunca pude dirigirle la palabra. Pensándolo bien, me gustaría que ella viniera también.  A ver si ahora sí me atrevía a hablarle, con ella sí estaría contento; me la pasaría genial... En fin, mañana será otro día y voy a tener que chutarme la dichosa fiestecita.  Me dormiré con el gorrito cumpleañero puesto para irme acostumbrando a la idea.  Ni el gorro parece para una fiesta infantil, no tiene superhéroes ni cosa parecida, más bien parece una publicidad de algún detergente.  Este simbolito que tiene en el frente, como de una flor o una estrella gorda y redonda no me gusta, pero en fin, completa todo el paquete de mi fiesta no deseada.  Hasta mañana tele, grúa, autos, amigos playmobil y hombre volador.



     El sol me da en la cara.  Otra vez olvidé cerrar las cortinas antes de acostarme.  <¡Demonios! no quería levantarme aún.  ¡Me lleva! se me olvidaba la recochina fiesta.>  De repente escucho tu voz acelerada y apurada.

-¡Cariño, ya levántate que hay mucho qué hacer!  Acuérdate que tu mamá invitó a sus amigas y a todas tus tías.  ¡Ya te serví el desayuno! ¡Bájate ya!
-Ya voy amor... ya voy- Me levantaré, pero me da igual que venga el papa, a mí no me van a estresar con sus planes fufurufos.  Estoy hasta el gorro de esto ¿el gorro? ¡Me lleva, ya lo aplasté!
-¡Dulce! ¡amor! ¿dónde están los gorros? este ya se desgració...
    Subes corriendo, con tus ojitos tan grandotes y tu boquita colorada me dices:

-Alfredo, ya me cansé de que te estés haciendo pato; te dije que vienen las amigas de tu mamá y tus tías, y yo invité a Lola y Margarita que siempre nos invitan a sus fiestas; a Lupita que está triste y quiero que se distraiga, a Ale, que no sé por qué, anda rarita con Fabi; así que también a ellas dos las invité; vienen Gema y Martha, de segurito traen a Jorge, a ver si ahora sí te portas amable con él, no que siempre andas todo amargado.

   

noviembre 20, 2011

Los días que pasé del otro lado. (canción No.2)

Por Abraham Ramírez


Canción 2
Mascarada.




     Es domingo 27 de abril de mañana.  Me despierto con ganas de un abrazo, de un cariño; pero no hay nadie cerca que pueda donármelo.  Hace meses que estoy sola.  No hay nadie cerca.  El domingo es el día más triste de todos, porque el mundo se me hace grande y las horas muy largas.  Todo parece vacío.  Todo.  El refrigerador no cambia el panorama.  También está vacío.  Lo cierro y me regreso a la cama molesta.  Hace meses que estoy molesta.  Enciendo el televisor.  También está vacío. No vale la pena aumentar la cuenta de la electricidad por la basura que suelen programar los domingos.  Estoy muy harta.  Hace meses que estoy harta.  Me levanto de nuevo y voy al baño a mojarme la cara frente al espejo.  Pongo el tapón del lavabo y lo dejo llenarse.  Sumerjo la cara una vez.  Dura demasiado.  No puedo respirar.  Descanso un poco y luego lo repito.

     Ayer por la noche llovió muy fuerte y cuando cesó,  una gotera en el patio no me dejó dormir.  No quise salir porque tenía mucho frío.  Hace meses que tengo frío.  Por fin voy al patio a callar esa gota ruidosa que me agrede.  Que me enerva.   La tina que utilizo para hacerme la pedicura está rebosante, y el tubo del techo está obstruido por basura del árbol que usabas como juego.  Arreglo todo para que no haya más ruido.  También el tanque del lavadero está lleno de agua.  Más hojas.  Meto la mano para sacarlas, pero algo me toca y lo que saco es mi mano.  Me asomo y no logro ver nada más que las hojas amontonadas en el desagüe, aunque, al parecer hay algo ahí, algo brilla, pero eso no pudo haberme tocado.  Hay algo dorado entre las hojas.  Me explico que pude haber tenido un percepción equivocada de la realidad por los nervios, que nada de eso pudo haberme tocado.  Me armo de valor y meto de nuevo la mano.  El objeto que brillaba es un antifaz, un antifaz dorado.  Tiene un relieve en medio de los orificios para los ojos, es una figura geométrica, como una estrella con las puntas redondeadas.  Me parece familiar, pero hay tanta publicidad en la calle que pude haberla visto en cualquier lado.  Sacudo la máscara y me la pongo.



     Se siente bien, sumerjo de nuevo mi mano.. no, no la sumerjo, ya no hay agua, tampoco hojas.  Debí removerlas cuando saqué la máscara.  Regreso a la cocina y sin meditarlo abro de nuevo el refrigerador, aún sabiendo que está vacío; pero ya no está vacío, hay toda clase de platillos deliciosos y muchas frutas aromáticas.  ¿Será posible que mi mente afectada me está jugando otra travesura?  Pero no, todo es real, lo puedo tocar, lo puedo comer.  Debió ser al revés, mis nervios y mi depresión me hicieron ver todo vacío, eso debe ser.  No puedo creer lo llena que estoy, atrás de una pasta italiana estaba escondido un recipiente con un postre raro, elegante y muy apetecible, me como un pedazo... luego otro... Ya no puedo comer más, siento que reviento de felicidad; el domingo se ha vuelto, de repente, un día feliz; ¡es mi mejor día!

     Suena el timbre.  Me levanto de un salto y corro a la puerta, la abro y ahí estás tú, tanto que deseé que volvieras, que vinieras, que me abrazaras muy fuerte aunque sólo fuera una vez y si querías irte podrías hacerlo; y hoy aquí estás, pero hoy no quiero verte, estoy feliz, no necesito abrazos ni cariños ni nada, no te necesito a ti ni a nadie más.
-Amor, perdóname, no puedo dejar de pensar que me porté como un tonto, no quise lastimarte- dices con esos ojos que me encantan, no, que me encantaban, porque hoy estoy feliz y sólo puedo pensar en otras cosas, quiero brincar, quiero bailar, quiero volver a comer, ¡quiero! Te cierro la puerta en la cara y regreso corriendo al refrigerador, bailo, sonrío, doy marometas, ¡estoy feliz!

     Al hacer una pirueta exagerada mi antifaz se me cae.  Quiero volver a ponérmelo pero no lo alcanzo.  Está tan cerca y no lo alcanzo, miro mi brazo y me asusto horrible. Está más delgado que nunca y no, no parece funcionar.  Mi cuerpo tampoco responde, no puedo moverme.  Me miro las piernas, parecen dos palos, de esos que visten las escobas.  No los puedo mover, estoy desesperada; creo que lloro, pero no salen lágrimas de mis ojos ni sonidos de mi boca.  Estoy tirada en el pasillo.  Veo sólo una parte de la cocina, no podré nunca llegar al teléfono para pedir ayuda.  Quizás tú sigas ahí, tras la puerta, si tan sólo pudiera gritarte, tú me levantarías tan fácil, siempre lo hiciste tan fácil... pero no puedo hablar.  Miro de nuevo hacia la cocina, el reloj marca las 2:07, el refrigerador está abierto y vacío y el calendario dice: domingo 2 de junio.

Los días que pasé del otro lado. (canción No.1)

Por Abraham Ramírez


Canción 1.  
Regresión.



     La primera vez que crucé estaba hablando conmigo sobre ti.  Me disponía a salir a verte.  No tenía ya mucho tiempo para terminar mi labor de embellecerme y me untaba la cara con espuma para despojarme del odiado bigotito de dos días.  No quería que nada impidiera que, si otra vez conseguía que me besaras, te fuera lo más suave posible; lo más tierno y agradable, porque después de todo, así era lo nuestro.  Terminé de prisa.  Dos pequeñas gotitas de sangre se asomaron, pero se fueron inmediatamente con el agua caliente.  Ahora a terminar de vestirme, cosa que siempre parecía dificultarse más cuando el tiempo que tenía para hacerlo se acortaba con pasos rápidos.  Después de probarme varias camisas y dejar dos pantalones arrojados en la cama creí estar listo.  Sólo faltaba peinarme. Mi cabello nunca ha sido generoso conmigo; incluso lo he escuchado burlarse de mí cuando intento hacerle algo que no está dispuesto a cumplirme.  Me puse un poco de gel en las manos y comencé a repartirlo 'uniformemente' sobre mi cabellera lacia y nada dócil.  De pronto noté una manchita en el espejo que tenía una forma geométrica, como una estrella de 8 puntas, un tanto redondeadas.  Me pareció rarísimo, porque llevaba ya varios años viviendo en esa casa solo; y yo era el único que usaba el espejo ¿cómo era posible que no la hubiera visto antes? Me acerqué para verla mejor.  La raspé con la uña, pero parecía estar por debajo del cristal, no por encima.  Lo curioso fue, que al alejarme y re-enfocar la visión, la manchita comenzó a agrandarse, e incluso, juro que la vi girar.


     Cuando recobré la conciencia no entendí nada. No recordaba que hacía sentado en una silla de la pequeña biblioteca del colegio.  Volteé hacia ambos lados e incluso hacia atrás para ver si alguna cara conocida podía aclararme el cuadro, pero no vi ninguna.  Me levanté y quise regresar al salón, pero estaba mareado.  Algo estaba mal.  Subí las escaleras, me parecieron  más largas, incluso diferentes.  Todo lo vi raro.  O el raro a caso era yo, como me dijo siempre mi madre.  Llegué a mi salón y toqué la puerta cerrada.  Se escuchó una voz que dijo -¡adelante!- Entré.  Antes de decir -¿me permite pasar?- noté que no conocía a nadie.  Ni la profesora ni los alumnos significaban algo.  Me aterré.  Me descompuse.  Alcancé a decir un -disculpe- casi masticado y cerré la puerta de nuevo.  Ni siquiera el uniforme de esos alumnos apócrifos era el mismo que el mío.  Me dio vueltas, de nuevo, la cabeza.  Tenía náuseas.  Pensé que debía regresar a la casa, donde de seguro estaría mi madre preparando la comida;  y descansar.  Así que sin nada en las manos me escapé fácilmente de la escuela de pesadilla y caminé hasta la esquina, tenía algunas monedas en el bolsillo del pantalón gris oxford.  Esperé el autobús que me acercaba a mi casa.  Cuando tenía casi media hora de esperar comencé a inquietarme. Más.  Más aún cuando noté que la tienda de enfrente no era tienda más, era una ferretería.  Los árboles del camellón estaban mucho más grandes de lo que debían, de lo que estaban ayer; un árbol, por muy árbol que sea; no debe crecer quince metros en un día.  La panadería estaba cerrada y su fachada en ruinas.  Los autos... los autos estaban raros.  Algunos nunca los había visto.  El autobús que esperaba nunca apareció.  Decidí irme caminado.  Con el dinero del pasaje compraría un refresco en el camino, porque mi boca estaba seca, demasiado.  Me ardía la cara.  Algo me había irritado y no recordaba qué, pero el aire frío que resoplaba me hacía sentirlo.
   
      Caminé.  Nada era como ayer.  Me daba vueltas la cabeza.  Entré a una tienda 'nueva', saqué un refresco sabor naranja del refrigerador y me lo tomé de un sólo trago.  Me sentí mejor.  Nunca me habían gustado las bebidas gaseosas, pero eran más baratas que los jugos y llevaba poco dinero; además algo en ese 'burbujear' me hizo sentirme más en la realidad, quizás sólo necesitaba un poco de azúcar, quizás algo frío.  Saqué mis monedas y las puse en el mostrador.  La señora me vio con extrañeza y me sonrió.  -Sólo porque estas monedas me recuerdan cosas- me dijo y las guardó.  No entendí.  Salí sintiéndome un poco mejor.  Seguí caminado y con trabajo encontré mi casa.  Para seguir haciendo mi día raro; el color, hasta ayer azul pastel de la fachada, porque así le gustó siempre a mi padre y mi madre insistía en recordarlo de esa forma, no era más azul pastel.  Era amarillo.  La reja, abría para el lado contrario.  Ya me estaba acostumbrando a las rarezas.  Me metí al patio y crucé el jardín.  Por lo menos el rosal de mi abuelo era el mismo y estaba en el lugar de siempre.  Abrí la puerta de la casa.  Escuché la voz de mi madre - ¿Eres tú hijo?-  Me hizo tan feliz escuchar su voz que ni contesté, corrí hasta donde estaba y la abracé por la espalda.  -Estoy feliz de volver mamá, estoy muy feliz-  Mi madre, se volteó; y me abrazó.  Yo tenía los ojos cerrados y la abrazaba con fuerza.
-Me da gusto verte después de tantos años- me dijo.  'Me da gusto verte después de tantos años', 'me da gusto verte después de tantos años'... 'me da gusto verte después de tantos años'... ¿Después de tantos años?

     Me despertó el repiquetear del teléfono móvil.   Entreabrí los ojos pero los cerré de nuevo casi instantáneamente.  Tentando sobre el edredón de mi cama encontré el teléfono al fin y a ciegas apreté el botón verde:
- ¿Bueno?- alcancé a decir;
- Amor, qué pasa; ayer no llegaste y no me has llamado, ¿estás bien?
- Sí, estoy bien, perdona, creo que me quedé dormido.
- Por lo menos me hubieras avisado, me tienes preocupada; pero a ti qué te importa, ¡eres un desconsiderado! ¡bien me lo dijo tu madre cuando vivía!- y colgó.

     Mi madre tenía ya más de diez años en el cementerio municipal.  Y yo estaba allí, con dolor de cabeza, con cientos de dudas y una novia enojada a quien no podría explicarle lo que ni yo entendía.


   

noviembre 16, 2011

La lista futurista y soñadora, sobre todo lo último.

Por Abraham Ramírez


Esta es más ambiciosa; espero no pasarme de la raya, aunque, después de todo, sería su fin el que me pase.  El objetivo, señoras, señores y mademoiselles, es pensar en cosas que aún no he hecho pero que aún creo querer y poder hacer.

-  Pilotear un helicóptero por todo el país.
-  Viajar a Francia y si es posible quedarme a vivir ahí, pero en el campo.
-  No estar solo.
-  Leer hasta hacerme tan culto como para charlar libre y confiadamente con los sujetos que admiro.
-  Escribir una novela.
-  Publicar una colección de libros infantiles antes de que Johann deje de entrar en esa categoría.
-  Que por lo menos un álbum de larc.bleu (L' ARC bleu) se venda en todo el país.
-  Crecer 10 centímetros más.  No, no es imposible, según algunas teorías filosóficas y hasta pasajes bíblicos, todo es posible.  Lo único malo es que no sé cómo.
-  Lograr que mi afición por sentirme amado sea menos cotidiana, menos exigente.  Si no existiera esa necesidad, tampoco tendría tanto malestar a la hora de tu rechazo.
-  Ver a Johann crecer y realizarse, ver su descendencia y saberlo feliz.
-  Aprender solfeo.
-  Iniciar cambios positivos en mí todos los días, y contagiar a los que me rodean.
-  Leer completa la biblia.
-  Aprender Náhuatl, francés y japonés.
-  Comprar una casa en la sierra, cualquiera... sierra; la casita si la prefiero con ciertas características.
-  Descubrir la Atlántida.
-  Ir al triángulo de las Bermudas y volver, o sea regresar, no vomitar.
-  Dar más de lo que doy, en todo.
-  Comunicarme de una manera más eficiente, que me evite los problemas tan absurdos que resultan de los malos entendidos.
-  Respirar mejor.
-  Hacer ejercicio para cantar mejor y estar más saludable.
-  Aprender cocina, medicina y electricidad.
-  Ir al cielo.
-  Viajar en barco, conocer el mar y alimentar desde cubierta a las sirenas.
-  Escribir un guión cinematográfico que llegue a las salas (de cine, jejeje).
-  Hacer la música para alguna película de Woody Allen.
-  Regresar el tiempo.
-  Inventar la cura para la ambición.
-  Resetearme y ponerme un nuevo sistema operativo más completo y eficaz.
-  No dañar a nadie nunca más.

noviembre 14, 2011

Ésta es más lista que la anterior, eso sí me consta.

Por Abraham Ramírez


Una serie de situaciones que me hacen sonreír, cosa que, desde luego; es mucho mejor para mi salud que lo inverso:

-  Que me abraces.
-  Que llueva en la tarde y después salga el sol; no puedo evitar salir a caminar en ese caso.
-  Leer un libro que me apasione, que me atrape.
-  Morder a algunas personas.
-  Cocinar, y todo lo que implica.
-  Hacerte cosquillas.
-  Andar en bicicleta.
-  Estar con Johann.
-  Comprar instrumentos musicales, equipo de audio, libros y juguetes.
-  Pintar cuadros multicolores con árboles, pájaros y peces.
-  Escribir cartas a los reyes magos.
-  Los pies femeninos bonitos.
-  Las sonrisas.
-  Mis abuelitos, los tres que me quedan son geniales.
-  Mis amigos.
-  Mi familia.
-  Los compositores.
-  Los escritores.
-  Los mecánicos.
-  Los médicos.
-  Platicar con gente interesante.
-  Encontrar cosas, casi regaladas, en el tianguis.
-  Aprender algo nuevo por decisión y búsqueda.
-  Aprender algo nuevo por casualidad.
-  Encontrar algo interesante que no buscaba, que es casi lo mismo que lo anterior, pero no necesariamente.
-  Las películas de Hayao Miyazaki y Pixar.
-  Las películas francesas.
-  La lengua italiana, ¿o la lengua de la italiana? bueno, hay que debatir eso.
-  Las galletitas de maíz.
-  Caminar acompañado y platicar y platicar y platicar y platicar...
-  Viajar en autobús.
-  Manejar en carretera.
-  El Internet. (¿La Internet?)
-  El cine.
-  La radio.
-  Las visitas sorpresa.
-  Los regalos.
-  Que Dios siempre me deje ver un 'churrinche' cuando estoy triste, no importa el lugar del país en el que esté.
-  Dios.
-  Las revistas, algunas.
-  Las tradiciones de mi familia.
-  Caminar en el parque.
-  Hacerme disfraces y usarlos.
-  Maquillarte para después admirarte.
-  El circo.
-  El teatro.
-  Los conciertos gratuitos.
-  La gente que me quiere.
-  Los buenos recuerdos.
-  Los reencuentros.
-  Las reconciliaciones.
-  El café frío.
-  El café caliente.
-  La leche deslactosada.
-  El frío.
-  Dormir 8 horas.
-  Resolver problemas y/o arreglar fallas.
-  La ropa limpia.
-  !Cantar¡
-  Las casas llenas de libros, como suelen mostrarse en las películas europeas.
-  Las series cortas del anime japonés.
-  Meter goles.
-  Hacer helado.
-  Conocer pueblitos.
-  Tus mensajes por el celular.
-  Estar contigo.
-  El click del obturador de las cámaras buenas.
-  Pensar en ti.
-  La música.
-  Los recreos en las escuelas preescolares.
-  La risa de mi hijo y de otros niños agraciados.
-  Sentirme útil.
-  El dolor corporal grosero del día siguiente a un domingo de fútbol, o de algún otro esfuerzo similar.  Es rico.
-  El olor de los bebés.
-  Enamorarme.
-  Enamorarte.
-  La Navidad contigo.
-  Tus manos.
-  El temblor de mis manos después de un trabajo físico extenuante.
-  Escucharte, al menos, cuando estoy preocupado por ti.
-  Cuidarte.
-  Los Fruti Lupis (Froot Loops para las nuevas generaciones).
-  El tascalate.
-  La gente buena.
-  Ver Pocoyó con Johann.
-  Verlo aprender tantas cosas nuevas, escucharlo hablar y platicar con él, con Johann; no con Pocoyó.
-  El Cakewalk Sonar 8.5 Producer Edition.
-  Los muestreos, amo capturar sonidos.
-  Usar el carrito del super como scooter.
-  Mis tenis gastados por caminar mucho.
-  Las tortugas buena onda.
-  Las mujeres histéricas, siempre y cuando no sean nada mío.
-  La gente que va en chanclas a la calle.
-  La gente que pide perdón sinceramente.
-  La gente que perdona sinceramente.
-  Que otros canten mis canciones.
-  Hacer fotos de gente que quiero y luego editarlas.
-  Hacer fotos de flores, de animales y de árboles; de agua, de texturas, de paisajes, de caminos.
-  Los pianos; cada uno tiene un carácter único, como la gente.
-  El mar.
-  Los cuentos.
-  Caminar en la playa contigo y sentir la brisa reparadora y relajante en la cara.
-  Las canciones de los pajaritos de mi jardín y de los del parque.
-  Las nubes con formas de animales, sobre todo cuando por fin encuentro la forma que tú ves.
-  Los besos cariñosos.
-  Las tardes frescas.
-  La lluvia y el silencio.
-  Los árboles.  Treparlos, abrazarlos, descansar bajo su sombra, escuchar su música y conocerlos.
-  Las ansias de verte.
-  No tenerte miedo.
-  Las aves, su vuelo indiscriminado y tan libre.  Me hacen soñar y perderme.
-  Cenar con mis amigos.
-  Jugar con Johann en el parque y verlo sonreír a carcajadas y correr libre.
-  Sentarme contigo en la calle a platicar mientras te comes tu torta de jamón.
-  Hoy.
-  Mi nueva casa, bueno Johann la llama 'casita'.
-  Tuxtla Gutiérrez.
-  Los cuentos de Julio Cortázar, ¡qué tío más genial!
-  Las cemitas de milanesa de pollo con mucho quesillo, sin cebolla y sin pápalo (del náhuatl papaloquílitl'quelite de mariposa') .
-  La crema de almendras, no, no para que la piel sea juvenil, la crema para comer, con sus pedacitos de torta frita o aunque sea galletitas.
-  Lamerte las heridas.
-  No tener prisa.
-  La banda sonora de Star Wars y todas las demás compuestas por John Williams, es un genio.

noviembre 13, 2011

¿Lista? quién sabe...

Por Abraham Ramírez


Una lista, no sé si definitiva pero sí enojada; de las cosas que me molestan:

-  Las llamadas telefónicas y el repiquetear del teléfono.
-  Quedarme sin frenos cuando desciendo con la bicicleta, o peor aún, quedarme sin frenos traseros y no saberlo, apretar con fuerza ambos y que sólo se detenga la llanta frontal, darme un vuelta de 180º y caer de espaldas como 'chango acalambrado'.
-  Que me vean caer como 'chango acalambrado'.
-  Hacer un trabajo excepcional, pulcro, funcional, estético; y que sólo lo vea o lo escuche yo.
-  Los malos entendidos y la falta de voluntad para que se vuelvan buenos.
-  Tener dinero cuando no lo necesito y necesitarlo cuando no lo tengo.
-  Las separaciones enojadas.
-  Las personas que necesitan algo de mí y se la pasan dando señas por todos lados, sin venir directamente y decírmelo.  No muerdo; no siempre, aunque me encanta.
-  El tráfico en la ciudad de 7:00 a 8:00 a.m.
-  Las manifestaciones que no exigen cosas funcionales como; que sea obligatorio que uno de los dos cónyuges, el padre o la madre, se quede en casa con los niños para que estos se sientan amados y crezcan felices; por ejemplo.
-  Tender la cama y/o lavar los trastes.
-  No poder abrazarte cuando lo necesito.
-  Los pantallazos azules de windows.
-  Los perros que se meten a mi jardín creyendo que es baño público.
-  Los prejuicios y estándares sobre lo físico que califican y etiquetan negativamente a la gente.
-  Que la cebolla cruda en las gorditas sepa tan rica, pero que después no se quite el olor ni lavándote la boca con petróleo.
-  La gente que tira basura en la calle.
-  La desigualdad social.
-  La política mal intencionada.
-  El desinterés hacia los ancianos, siendo estos, personas tan interesantes.
-  El olor de la panza de res cuando la cuecen.
-  El mensaje de Telcel que te avisa que 'el saldo de tu amigo se ha agotado'; maldición, díganselo a él, a mí qué me importa.
-  Ir al tianguis de los domingos sin dinero.
-  Que se bloquee mi mente mientras escribo, pinto, diseño o hago música.
-  Verte con ilusión y que me la vuelvas a quebrar de un golpe idéntico.
-  Tener fe en que puedes dejar atrás esa manera tan triste de manipular la realidad para hacer daño; cuando ni siquiera tienes la intención de hacerlo.  Creo que ni te das cuenta de que lo haces o simplemente no te quieres comprometer a algo tan trascendental.
-  Que ya no me acuerde de más cosas que me chocan.

noviembre 08, 2011

Desigualdad.

Por Abraham Ramírez


De las manos de un pequeño cariñoso
pueden darse mil flores coloridas...
De los ojos de una madre con prejuicios
sólo sellos oscuros en la vida.


noviembre 01, 2011

De mis sueños

Por Abraham Ramírez


Las razones de mis sueños me sorprenden
porque a cada paso que me espera
luna, sol, canción o enredadera
son apenas nada, cuando tú me vienes...

Las razones de mis sueños me sorprenden
porque puede gemir el piano, el rayo o la esfera
que ayer me convidaban la pasión sincera
y ahora suenan sordos porque tú los hieres...

Las razones de mis sueños me sorprenden
porque sé que todo lo que me imagino
ha de ser primero, en ti, cariño;
soy apenas lodo, ave, flor, planeta
pero si tus manos bajan las estrellas
y derraman luz para mi amanecer
las razones de mis sueños serán las tuyas
y tal vez un día, cuando Dios lo escriba
mi razón sea amar y la tuya  también.




octubre 25, 2011

A la mujer amorosa

Por Abraham Ramírez


En memoria de mi tía 'Pipis' Guadalupe Ramírez Mújica


Las blancas alas de tus hombros duelen
ya llevas en silencio tantos años
que tu piel reclama el persistente daño
de la oscura noche que hace tanto llueve

Tú jamás supiste decir 'no' sincero
te entregaste entera por tu vocación
ser la madre, amiga; la imponente Hera
todos tus pequeños, sin hacer distingo, tienen protección

Reposa, linda, incansable rosa
verso, luna, escudo y mariposa
que tus noches sean cubiertas de la paz de Cristo
de su luz, sus manos y ese amor bendito
que en tus tiernos ojos pude acariciar.


















Sesión...

 Por Abraham Ramírez

    Ajusté el tiempo y el compás.  Inserté el primer plugin de instrumento, un piano acústico, para empezar.  Toqué un la, seguido por sol, mi y re. Luego, el primer acorde, Am 7, traté de sentirme inspirado, pero no, no lo estaba.  Me convencí de que no siempre se puede trabajar bajo ese concepto, que podría intentar nuevas rutinas, nuevas formas.  Tal vez si primero escribía un título, una frase... Nada surgió.  Me levanté de mi rechinante silla del estudio.  Me mojé la cara frente al espejo, escudriñándome los ojos como si pudiera ver por ahí algún objeto errático bloqueando mi cerebro e impidiéndome avanzar en el proceso creativo.

     Mientras daba los catorce pasos necesarios para regresar a mi asiento, el teléfono, impertinente siempre, rompió el silencio de la casa.  Me desvié hacia la recámara, donde estaba el aparato más cercano, levanté la bocina y contesté levemente molesto (porque el teléfono me molesta); -¡Bueno! La voz que escuché, me puso muy contento.  Eras tú, con tu alegría tan contagiosa.  Eras tú, con esa paz que se desborda siempre de tus palabras, como si no cupiera en ti y tuviera que repartirse a tus escuchas generosamente. Eras tú, inédita y ansiosa de saberme.  Dijiste sólo esto: 'Sólo marqué para decirte que acabo de escucharte, en esa canción tuya tan bonita, 'Tú única' y creo, en serio; que debe ser muy lindo que un alguien escriba eso sobre otro alguien, me gustó tanto que debía decírtelo, bueno, te dejo, eres muy lindo, ciao.'

     Colgué el auricular.  Sonreí. Regresé a mi silla del estudio y comencé a componer con abundancia, todo salió de mi espíritu con tanta facilidad, con vehemencia tan apasionada, como de ti brotan esas palabras tan necesarias, por lo menos para mí.  Al finalizar mi sesión, me sorprendí con una de mis canciones favoritas en el ordenador, recién hecha; y con una verdad en mi cabeza que no había entendido: Conocerte me hace muy feliz.





Revelación

Por Abraham Ramírez



De entre todas las hadas de la luna
te preferí a ti, mi luz ardiente
sin saber que tu esplendor iridiscente
secaría mis palabras, mis cantos y la lluvia.




octubre 09, 2011

La flor de durazno.

Por Abraham Ramírez

      Respiro, antes de beber el último sorbo de café.  Te veo... no sé cómo pasó.  Cuando te tuve entre mis brazos por primera vez, juraba que jamás habría algo que pudiera interponerse entre los dos.  Ahora no juro ya nada.

     Me resisto a entender, porque cuando entienda tendré que resignarme, y me duele. Cada frase que dices está estructurada con doble filo.  Las lanzas para herirme de muerte, pero la mueca rara de tu boca me muestra un esbozo de tu propio dolor tímido.  Nunca te permites vulnerarte frente a mí, te escondes... en esa mirada roja de furia, aunque sabes de sobra que no soy yo el único culpable de las nubes.  No podría nublar, yo solo, algo tan grande como el cielo; ni aunque lo intentara desesperadamente.

     Termino mi café... necesito más.  Prefiero quemarme lentamente la lengua que gastarla en pronunciar algo que en realidad no siento.  Te levantas.  Ahora lo que lanzas es tu taza vacía, que, como para burlarse de mí; dice: 'I love you forever'; forever, ahora ya dudo que siquiera signifique algo esa palabra. Tu silla cae abrumada por tu impulso y la aguda gravedad.  Me gritas la última daga plateada y sales de la casa, la que hasta ayer era 'nuestra'; se reduce a 'mía', y en la metamorfosis atropella nuestros sueños y planes, o quizás sólo los míos.

     No sé si correr tras de ti o dejarte ir.  Miro las paredes, me parecen tan altas; el techo está oscuro y no quiero siquiera pensar en la frialdad del resto de la casa.  Mis ojos se humedecen, y, en mi limitada visión; percibo que hay algo en la ventana. Me seco los ojos con la palma de la mano.  Ahora también escucho.  Es una rama de nuestro árbol de durazno, ese habitante del jardín que lleva doce años creciendo y nunca nos quiso regalar más que hojas.  El viento frío del otoño reciente la empuja contra el vidrio, también frío.  Me levanto con dificultad de la silla, al parecer llevaba años sentado.  Me acerco a la ventana, mis ojos vuelven a estar abrumados por el agua.  Ahora los despejo con los nudillos y me recargo, contrito aún, en el cristal helado.  Enfoco la visión, más y más.  -¿Qué es eso?- me pregunto incrédulo...

      ¡Oh paradojas absurdas de la vida! hoy que te has ido sin dejarme esperanza alguna de tu regreso, hoy que el frío otoñal me hiela la sangre, hoy que todo pinta tan oscuro, hoy, precisamente hoy; el tonto árbol, que  por más de una década se había erguido burlonamente sin cumplirnos en nada, tiene una flor más rosada que tus labios, y es, ahora; incluso más esperanzadora que tus ojos.





                                                         



Remembranzas sobre Toño...


Según Abraham Ramírez.

     Conocí a Toño en la Universidad de Montemorelos, sólo de vista; en el año 1996.  Ya desde entonces, los cerrados de mente, hablaban mal de él a sus espaldas; sin embargo, los mismos; siempre le pedían ayuda para cantar tenor, o para cualquier otra cosa de las muchas para las que era bueno.

      Yo no estuve más que un semestre en esa universidad, pero en el año 1998 Toño llegó a vivir a mi ciudad, Puebla.  Un tanto porque me vió potencial (jeje) y otro porque ya había cantado en 'Emmanuel', me invitó a su primer proyecto aquí, una obra de teatro navideña.  Desde entonces comencé a conocerlo, su manera tan profesional de hacer las cosas, sus planes tan ambiciosos, tan a lo grande.  Fue con él que vi por primera vez un estudio de grabación y cómo se hacen las cosas ahí, también fue por él que canté en un teatro, hasta de a solista alguna vez, sueños que no me atrevo a decir que hubiera cumplido de no haber sido por él. Cuando estábamos en su estudio no se molestaba de que le preguntara, como niño en juguetería, para qué servía esto o aquello, hasta parecía que le hacía feliz aclararme las dudas.

     Pasaron los años, Toño y su familia se mudaron a Macuspana, Tabasco, y pronto se notó su ausencia.  Algunos tratamos de hacer proyectos siguiendo la inercia de su trabajo, pero no, no era tan fácil como parecía cuando Toño lo hacía. Pasé años complicados tratando de servir sin saber cómo, hasta que dejé de asistir al templo, por la simple tristeza de no sentirme útil.  Mientras Toño, Betty y las niñas, estuvieron en Macuspana; hicieron tantas maravillas como Dios les permitió y tocaron a muchas personas con su ministerio.

      Al paso de algunos años, Dios los regresó a Puebla, cuando lo supe, recuerdo bien, sentí una inmensa alegría; tardó mucho mi sonrisa. Volví a ‘visitar’ mi iglesia, con la esperanza de volver a hacer lo que, a mi parecer, es lo que Dios espera de mí.  Mi amigo estuvo feliz de regresarme mi lugar en sus proyectos, sin importarle que otros me tacharan de malo por mi ausencia.  Cómo se gozaban nuestros ensayos del coro los sábados de tarde, gracias a Toño, hasta tengo nuevos y muy buenos amigos.  El coro es una bendición para todos nosotros.  Otra vez estaban las cosas en su lugar.  De nuevo sentía esa felicidad, esa alegría de cantarle a Dios, de dedicarle mis talentos tan asustados, por decirlo de algún modo. 

     De nuevo los conciertos, las grabaciones, las giras… La última de ellas, la de Nanchital-Cosoleacaque, estuvo llena de momentos geniales, pero Toño ya se notaba cansado.  Su enfermedad lo cansaba.  No lo queríamos reconocer.  Queríamos pensar que sólo estaba así por tanto trabajo o por manejar; o qué se yo, queríamos que estuviera bien.  Esa noche, de regreso, me dejó manejar la camioneta.  Él era mi copiloto.  Viajamos toda la noche, platicando de miles de cosas referentes a la música, al estudio, a las interfaces de audio, los micrófonos, los monitores, los secuenciadores… él se dormía a ratos, cada vez más largos.  Estaba cansado.  Creo que fue la última vez que platicamos mucho.  Él se fue de gira a la zona maya con el cuarteto Eben-Ezer, otra más de sus creaciones, y nosotros, los del coro; quedamos de vacaciones.  Quién podría adivinar que sólo nos reuniríamos de nuevo por dos ensayos muy breves para la participación en el FELIGRUP.  Ese día, lo vi más cansado que nunca. Toño, como siempre, oró con nosotros antes, pidiéndole a Dios que aceptara nuestra alabanza y que nos ayudara a hacerlo bien, porque todo lo que hacíamos era para su honra.  Después de bajar del estrado no lo volví a ver.  No supe más de él hasta que me enteré de la trágica noticia.  ¿Cómo Señor, pudiste dejarnos sin nuestro amigo? ¿Qué vamos a hacer ahora?

Toño:
     No eras perfecto; pero ¿quién lo es?  Eras un instrumento y nada más, a través de ti, Dios hizo maravillas conmigo; y estoy seguro de que también con muchos más.  Te voy a extrañar demasiado, pero prometo luchar por hacer las cosas, en mi vida, ‘a lo grande’, quiero seguir tu ejemplo en lo grande de tus obras, y en la dedicación completa de tu  vida. 
Gracias por todo lo que me regalaste. Te quiero.